"Para llegar hasta aquí hemos atravesado durante dos jornadas --por caminos cada vez más limpios de reptiles, ricos en orquídeas y en árboles florecidos-- las Tierras del Ave. De sol a sol nos escoltaron los guacamayos fastuosos y las cotorras rosadas, con el tucán de grave mirar, luciendo su peto de esmalte verdeamarillo, su pico mal soldado a la cabeza --el pájaro teológico que nos ha gritado: ¡Dios te ve!, a la hora del crepúsculo, cuando los malos pensamientos mejor solicitan al hombre. Vimos a los colibríes, más insectos que pájaros, inmóviles en su vertiginosa suspensión fosforescente, sobre la sombra parsimoniosa de los paujíes vestidos de noche; alzando los ojos, conocimos la percutiente laboriosidad de los carpinteros listados de oscuro, el alborotoso desorden de los silbadores y gorjeadores metidos en los techos de la selva, asustados de todo, más arriba de los comadreos de pericos y catalnicas, y de tantos pájaros hechos a todo pincel, que a falta de nombre conocido --me dice fray Pedro-- fueron llamados "indianos girasoles" por los hombres de armaduras. Así como otros pueblos tuvieron civilizaciones marcadas por el signo del caballo o del toro, el indio con perfil de ave puso sus civilizaciones bajo la advocación del ave. El dios volante, el dios pájaro, la serpiente emplumada, está en el centro de sus mitologías, y todo cuanto es bello para él se adorna de plumas. De plumas fueron las tiaras de los emperadores de Tenochtitlán, como son hoy de plumas los ornamentos de las flautas, los objetos de juego, las vestimentas festivas y rituales de los que aquí he conocido"
Alejo Carpentier, "Los pasos perdidos"
Dalt del tot, un mascle de mielero verde (Chlorophanes spiza). Més avall, dues espècies de colibrís (l'amazília de cua roja, Amazilia tzacatl, i l'esmeralda capirotada, Elvira cupreiceps); araçari de collar (Pteroglossus torquatus); merla mexicana (Quiscalus mexicanus); corb marí o biguà (Phalacrocorax olivaceus); l'omnipresent zopilot negre (Coragyps atratus); tucan de bec verd (Ramphastos sulphuratus); picot de cara negra (Melanerpes pucherani); candelita collareja (Myioborus torquatus) i ànec arborícola de bec roig (Dendrocygna autumnalis)
No puc estar-me de dir-ho, i si sou com jo admiradors de Fèlix Rodríguez de la Fuente i el seu inoblidable "El hombre y la tierra", potser m'entendreu: "Los pasos perdidos", segons explica el mateix Alejo Carpentier en una nota final a la novel·la, es basa en gran part en els paisatges de Veneçuela, on l'autor cubà va viure durant catorze anys. Doncs bé, quan descriu unes singulars formacions rocalloses que s'aixequen al bell mig de la selva, escriu: "La Capital de las Formas es el Monte Autana, con su perfil de catedral gótica". Llegir "Autana" i reviure, sent jo molt xiquet, aquell capítol en concret --el descens en helicòpter sobre el tepui sagrat, les plantes i animals únics que hi apareixien-- va ser tot un. I per cert: també recorde perfectament que vaig pensar en com de paregut sonava "Autana" i Aitana. Records, de vegades amagats allí on no esperaves trobar-los...
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Quina sort que existeixin els ocells. Ens fan la vida més amable.
ResponEliminaTotalment d'acord, xavier. El món (i la vida) no serien el mateix sense ells. Fa mal imaginar una primavera silenciosa... Salut i moltes gràcies!
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